viernes, septiembre 14
Un día duro
Ayer Álvaro se cayó desde el cambiador. Está cada día más activo y últimamente no quiere estar acostado en el cambiador sino sentado. Había terminado de cambiarle el pañal cuando me pongo a doblarlo para tirarlo al cestito de basura donde los tiramos y no sé que carajo quiso agarrar del escritorio del ordenador (que esta al lado) y se fue de cabeza. Se dió un golpe debajo del ojo con el cesto. Justito debajo del ojo. Justito donde empieza el pómulo. Dentro de lo malo, lo bueno fue que cayó dentro del cesto de la ropa sucia y eso le amortiguó el golpe.
Aún recuerdo su grito y posterior llanto. Fueron unos segundos. Pero los segundos más largos de toda mi vida. Lo cogí en brazos apretándolo fuerte contra mi y tratando de tranquilizarlo. No sé hasta que punto no sé dio cuenta de que yo estaba más muerta de miedo qué él. Lo cierto es que en menos de un minuto ya se estaba riendo, pero yo no podía dejar de temblar y sentirme una mierda de madre. Al momento se le hizo un bulto y se le puso morado.
Llamé a S porque sabía que estaría por llegar a casa y le dije lo que había pasado y que se diera prisa que quería llevarlo a urgencias.
Fuimos a Urgencias. Lo vio una pediatra que tenia edad para ir al pediatra, pero en fin… nos tranquilizó. Nos mandó a hacerle unas radiografías. Uno creería que no hay nada más fácil que hacer unas radiografías pero claro uno nunca pensó en qué pasa cuando hay que hacérselas a un bebé que se mueve y tiene miedo. Pues qué pasa? Pasa que te ponen un chaleco de plomo que te tira para abajo y al bebe le ponen unas placas pesadísimas sobre las extremidades para que no pueda moverlas, un coso sujetándole la cabeza y una especie de plástico sobre la cabeza que hace que vos, la madre, veas sus facciones deformadas mientras se pone rojo y llora en un solo grito de terror. Horrible. Horrible. Horrible. Una de las peores experiencias de mi vida. Y encima hubo que repetir unas de las dos radiografías. Ahí entró el padre.
Vuelta a subir a urgencias y a esperar. - No hay fracturas ni nada fuera de lo normal. Pero vamos a dejarlo en observación… (el corazón se me paró) hasta que se cumplan las 3 horas desde el golpe (vuelve a latir) y veamos que esta todo bien.
Pasamos a una especie de habitación con cunas metálicas a un lado y camas al otro. Y ahí esperamos una larga hora y media pensando en qué difícil debe ser tener a tu hijo ingresado en un hospital. Para este momento era obvio que nosotros no íbamos en un rato, pero habia niños que no. Tanta angustia. Tanta miedo. No hay nada peor que el miedo que se siente al ver a tu hijo enfermo.
Ayer aprendí 2 lecciones:
Nunca se tiene demasiado cuidado.
Nunca estaré lo suficientemente agradecida a la vida, a Dios o a quien quiera que sea por la salud de la gente que quiero y sobretodo por la de mi hijo.
Ayer me dí cuenta que su vida me importa más que la mía.
Aún recuerdo su grito y posterior llanto. Fueron unos segundos. Pero los segundos más largos de toda mi vida. Lo cogí en brazos apretándolo fuerte contra mi y tratando de tranquilizarlo. No sé hasta que punto no sé dio cuenta de que yo estaba más muerta de miedo qué él. Lo cierto es que en menos de un minuto ya se estaba riendo, pero yo no podía dejar de temblar y sentirme una mierda de madre. Al momento se le hizo un bulto y se le puso morado.
Llamé a S porque sabía que estaría por llegar a casa y le dije lo que había pasado y que se diera prisa que quería llevarlo a urgencias.
Fuimos a Urgencias. Lo vio una pediatra que tenia edad para ir al pediatra, pero en fin… nos tranquilizó. Nos mandó a hacerle unas radiografías. Uno creería que no hay nada más fácil que hacer unas radiografías pero claro uno nunca pensó en qué pasa cuando hay que hacérselas a un bebé que se mueve y tiene miedo. Pues qué pasa? Pasa que te ponen un chaleco de plomo que te tira para abajo y al bebe le ponen unas placas pesadísimas sobre las extremidades para que no pueda moverlas, un coso sujetándole la cabeza y una especie de plástico sobre la cabeza que hace que vos, la madre, veas sus facciones deformadas mientras se pone rojo y llora en un solo grito de terror. Horrible. Horrible. Horrible. Una de las peores experiencias de mi vida. Y encima hubo que repetir unas de las dos radiografías. Ahí entró el padre.
Vuelta a subir a urgencias y a esperar. - No hay fracturas ni nada fuera de lo normal. Pero vamos a dejarlo en observación… (el corazón se me paró) hasta que se cumplan las 3 horas desde el golpe (vuelve a latir) y veamos que esta todo bien.
Pasamos a una especie de habitación con cunas metálicas a un lado y camas al otro. Y ahí esperamos una larga hora y media pensando en qué difícil debe ser tener a tu hijo ingresado en un hospital. Para este momento era obvio que nosotros no íbamos en un rato, pero habia niños que no. Tanta angustia. Tanta miedo. No hay nada peor que el miedo que se siente al ver a tu hijo enfermo.
Ayer aprendí 2 lecciones:
Nunca se tiene demasiado cuidado.
Nunca estaré lo suficientemente agradecida a la vida, a Dios o a quien quiera que sea por la salud de la gente que quiero y sobretodo por la de mi hijo.
Ayer me dí cuenta que su vida me importa más que la mía.